Me
hizo sentir como una auténtica yonqui, con la misma
dependencia que los drogadictos necesitan cada día su droga.
Había veces que ni dormía, sólo esperaba a que
él apareciera, con su paz y su media sonrisa escondida entre
las notas de Jazz que navegaban por sus oídos. Y es que
llegaba, me miraba, me atrapaba, me seducía, y por último,
me hacía el amor en la cama con Marvin y Getz como compañía.
Las ansisas de sentirle ni me dejaban vivir, y el compás de mi
corazón lo acabaron marcando los surcos del vinilo que cada
noche descansaba sobre el tocadiscos. Había mañanas que
parpadeaba infinitas veces y despúes, me apoyaba sobre su
pecho para comprobar que era verdad, que estaba allí, conmigo.
Nos emborrachábamos de amor, alma y vida, y viviámos de
impulsos recién salidos del corazón. Compusimos
melodías al compás de los latidos e incluso llegamos a
bailar entre el humo de cigarrillos apagados. Hoy contemplo la luna
que cegó mi alma, pero mis rodillas, seguirán bailando
un swing cada vez que sepa que él, va a aparecer por la
esquina. Su amor era mi droga
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